lunes, 31 de diciembre de 2007

Después de la lluvia sobre adoquines

Sale el vanidoso sol
a reflejarse sobre los cienes de espejitos
que la lluvia dejó esparcidos sobre las calles del centro de Tlalpan.

Por algún lugar
habrá de estar tensándose el arco de mil arcoiris que no vemos
y alguna coladera
se alimenta con el intempestivo riachuelo urbano que lleva,
como peces,
basuras inquietas que saltaron de displicentes manos.

De tanto mirarse
el rubio vanidoso se acabó ya los espejos
y los peces de aluminio, plástico y polietileno
son la caries de fauces de fierro,
peces quietos, peces más que muertos.

Nuevamente
las banquetas son estrenadas por pares de pasos viejos
y un microbús que de gente vacía va repleto,
se desliza con prisa
pero lento
sobre los adoquines de la calle de Madero.

viernes, 21 de diciembre de 2007

Tacos de lengua

La afirmación
“el cambio es el deterioro de las lenguas”
fue cambiada por
“el cambio es un fenómeno lingüístico como cualquier otro”

(Notas de la clase de lingüística)

En el número 53 de la revista Letras Libres fue publicado un artículo de Antonio Alatorre titulado: “De cómo se alarman todos mientras yo me río” En este escrito el maestro Alatorre resume en breves páginas unas partes del tema tratado en su libro Los 1001 años de la lengua española: la influencia que recibió nuestra lengua de la cultura árabe y que recibe de la estadounidense; sin tomar esto como una desgracia ocurrida al idioma, más bien haciendo énfasis en que los préstamos, fusiones e intercambios son características inherentes del lenguaje. “De nada sirve alarmarse” afirma el lingüista, “Si la lengua es ajena a nuestros avatares puristas. Tal vez, incluso, en el futuro nos espere el bilingüismo”.

El artículo está dividido en dos partes; la primera inicia: “!Ay! ¡Oh dolor! Los cristianos están olvidando su ley” y la segunda: "¡Ay! ¡Oh dolor! Los mexicanos estamos olvidando nuestra ley (nuestra cultura, nuestra lengua)”. La primera, muestra la preocupación de un cordobés culto llamado Álvaro. La ciudad de Córdova fue una de las más renombradas del imperio romano en donde se hablaba la lengua latina. Para Álvaro de Córdova esta lengua (su lengua) corría el peligro de desaparecer debido al atractivo que muchos cordobeses hallaban en “la maldita cultura de los moros”. Algunos cordobeses, principalmente los jóvenes, vestían a la moda árabe, bautizaban a sus hijos con nombres árabes y quienes no hablaban árabe, usaban arabismos cada que podían.
En esa época, en que los moros dominaban gran parte de la península “histérica”, es natural, supongo, que la influencia se de como producto de la mezcla de culturas. De hecho, considerando que fueron ocho siglos de dominación, es sorprendente que nosotros hablemos español y no árabe como lengua materna; todo gracias a la religión católica.
Para mí, y para varios, la influencia, producto de la mezcla cultural es muy natural; pero en aquellos tiempos (como ahora y siempre) existían muchos “Álvaros” aterrados por la idea de algún tipo de infidelidad al idioma materno. Lo cierto es que quienes sucumbían al encanto de la moda árabe, lo hacían por dos razones: mejoraban sus condiciones de vida y/o se deleitaban con la cultura de los moros. Alatorre comenta que es inevitable el proceso de la lengua. Yo -aunque mi parte purista se resiste a aceptarlo en todos los casos- soy de la idea de que las mezclas enriquecen.
A la distancia se aprecia que, efectivamente, la mezcla árabe-hispánica enriqueció a nuestra lengua dándonos palabras como: zanja, acequia, alberca, alcachofa, berenjena, azahar, ajedrez, almohada, ojalá, tambor, laúd, alborozo, alquimia, alcanfor, algoritmo, alcohol, jazmín, escarlata... en fin, tremenda cantidad. Algunas palabras se formaron porque simplemente no existían equivalentes en la lengua latina, pero otras (y eso muestra la seducción provocada por el encanto de los arabismos) fueron tomadas sencillamente porque les gustaron.
En la segunda parte del artículo, Alatorre, plantea la misma situación en la época actual, haciendo una analogía de los mexicanos con los españoles cristianos y de los “usamericanos”
[1] con los Árabes de allá en lontananza...
Es evidente que cada vez son más los paisanos mexicanos que sucumben al encanto de lo gringo. Sobre todo los jóvenes que sin resistencia alguna se untan –literalmente en el caso de algunos productos- todo lo “made in U.S.A.”, bautizan a sus hijos con nombres gringos; quienes no hablamos inglés, usamos anglicismos a la menor provocación. Ostentosamente portamos nuestros “blue jeans”, tomamos un “brake”, “ordenamos” nuestros “hot cakes” y “coffee” o si no unos ricos “corn flakes”... Es inmensa la cantidad de anglicismos que se han colocado en nuestra lengua, inmensa la cantidad que nuestra lengua ha adoptado e inmensa la cantidad de personas que se quejan por el asunto. Es tal la mezcla existente entre el español (mexicano) y el inglés que hoy en día se ha dado origen al spanglish, un “lingüíbrido” que para mi gusto no es nada “nice”.
¡¿Qué hacer paisanos mexicas ahora que los dioses del olimpo náhuatl nos han abandonado?! ¡Luchemos en defensa apasionada del idioma español! Mandemos “e-mails” informando a todos nuestros “brothers” mexicanos: gringolandia nos está dando en la “mother” mediante el titipuchal de “words” que “we are using” ¡Stop, mexican people! “México to the mexican people” “Help, I need somebody”... “All you need is words”

Es imposible. Los puristas están en constante peligro de morir a causa de un infarto. O por lo menos de morderse la “lengua” cada vez que juzguen a los anglicismos. ¿Pero por qué tanta obsesión por resistirse a lo inevitable? Alatorre explica de manera muy acertada que “Con prohibir la expresión corn flakes y ordenar que se diga tostaditas de maíz no va a cambiar ni un milímetro nuestra dependencia de los Estados unidos. Las palabras son inocentes” Eso, eso, eso (cito al Chavo del ocho) Ni las groserías, ni los anglicismos, ni los insultos tienen la culpa de ser tales. Las palabras son sólo eso, palabras, hermosas per se, prácticas, reveladoras, contenedoras, cada una, de todo un mundo. Palabras, dicen más que quien las dice.
“El español goza de buena salud” comenta Alatorre y yo le creo. Para ilustrar su artículo en Letras Libres pusieron juntas, enmarcadas, las fotografías de Tin-tán y de Miguel de Cervantes Saavedra quizá para significar que es tan español el léxico de uno como el de otro; finalmente nosotros también hablamos el mismo español que Cervantes... sólo que medio milenio después.
Hace mil años Álvaro de Córdova se espantaba porque los arabismos entraban sin freno en la lengua latina; hoy los “neo-Álvaros” se espantan por los anglicismos y su constante penetración en el idioma español; quizá mil años más tarde, habrá “futurálvaros” que quieran proteger apasionadamente el idioma “mexchicanglicano” de los detestables “marcianismos”.

[1] Esta expresión la escuché de la profesorísima Cecilia Rojas.

jueves, 6 de diciembre de 2007

De cómo los grillos aprendieron a saltar


En el principio ni saltar ni cantar sabían.
Eran gente perezosa meciéndose durante horas en los pastos secos. Pero un día, uno miró al cielo y se encontró con una flor que bailaba en el viento. Tanto color y tanta belleza lo transformaron, sin más remedio,
en un verde sujeto enamorado.
A partir de ese momento, buscar el modo de decirle lo mucho que la anhelaba fue su ocupación. Desde entonces surgieron sus cantos que solamente son lamentos, ya que pese a interminables e intensos intentos de vuelo, el muy verde sujeto
sólo aprendió
a saltar.

¡No saben volar... no saben! Me lo digo mientras me ves mirarte desde esta espina de rosa.
Los grillos, mi amor, son gente
demasiado tonta.