martes, 8 de diciembre de 2009

Lilith, la mujer previa

Existió una mujer antes que Eva. No sé si mejor, no sé si más bella; no sé si en todo menor con respecto a Eva pero sí, en definitiva, previa.

Pocos lo saben y casi nadie lo comenta. Algunos lo olvidaron como lo olvidó Dios, como lo olvidó Adán, como lo olvidó, diariamente, Eva.

Ignoro por qué fue expulsada del paraíso antes que nadie y, después, expulsada de los libros sagrados y los mitos fundacionales. Dicen que no era sumisa y ella fue quien decidió marcharse; dicen que fornicaba erguida, posada sobre la horizontalidad de Adán; que era pelirroja y, legitimamente, soberbia ya que, como Adán, también la hicieron de arcilla. Dicen que su nombre era Lilith.

Tal nombre debería llevar la fragancia de incertidumbre en las parejas que, por atávica herencia, no recuerdan (quizá más él que ella) el hecho de que hubo una mujer previa.



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martes, 1 de diciembre de 2009

¡Arriba los novios!





La vigésima segunda edición del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) dice que la palabra “novio” viene del latín —de forma hipotética— novius > novus > nuevo, y despliega alrededor de ocho acepciones de las cuales sólo observo tres:
1. m. y f. Persona que acaba de casarse. // 2. Persona que mantiene relaciones amorosas con fines matrimoniales. // 3. Persona que mantiene una relación amorosa con otra sin intención de casarse y sin convivir con ella…
Las demás acepciones nos serían muy útiles para una confusión mayor. Sin embargo, la confusión que estas tres brinda me entretiene de momento.
Vamos a ver. Cuando le digo a una bucólica sílfide que sus encantos me hacen perder el seso y no hay más razón para querer estar con ella que la sinrazón de esto que, por ella, siento… y que al notar que yo no le resulto del todo indiferente y que nuestros hábitos de consumo pueden dar cobijo a una idílica relación de pareja… —sin contar que se ríe de mis malos chistes, acepta mis invitaciones al cine y al café y no manifiesta repulsión alguna al incipiente contacto físico— Motivaciones todas que pueden llevarlo a uno a proferir la ambigua, difusa, confusa y cortocircuitante frase: (voz gangosa) ¿Quieres ser mi novia?

Si la dama gusta de las comedias musicales y su alma decimonónica vive el anhelo anacrónico del desteñido príncipe azul, dirá: “Déjame pensarlo” y esa tarde convocará, vía telefónica o internetal, al cortejo de amigas que expondrá, en urgente reunión de gabinete, los pros y los contras de licenciar al cándido enamorado que ha dejado, deliberadamente en claro, su manifiesta condición de estar hecho un pendejo gracias a los primores de la Galatea en cuestión a quien, en el tablero de la relación, ahora toca mover pieza.

Una variante es que el furor del momento lleve a nuestra heroína al inmediato “!Sí!” coronando el feliz inicio con el “beso inaugural” —aunque anteriormente haya habido ya besos, arrimones y fornicio, ese es el “beso inaugural” con el que se da el banderazo de salida y la música de orchesta en un crechendo cachondo va inundando la imagen que muestra, en “Dolly back”, a la pareja que ha triunfado en las vicisitudes del amor… (Oscuro final. Créditos)


Si la dama no es tan cursi, sino más bien corresponde al tipo “Chica-alivianada-progre-fashion-cool-buenaonda” dirá al gentilhombre:
“Ponle el nombre que quieras. También me lates y estaría chido estar juntos”
Pero si la dama tiene conciencia etimológica y, además, conciencia de que el incauto no tiene conciencia etimológica… vaya, ni siquiera conciencia; ya quedamos que está hecho un pendejo, entonces la dama, que conoce las ocho acepciones que la vigésima segunda edición del DRAE brinda al vocablo “novia”, pide “time back” al don Juan y seis minutos de su valiosísima (por escasa) atención:

—A ver Godofredo. Yo sé que tus intenciones son buenas. Quizá lascivas, concupiscentes y perversas, pero buenas. A mí también me gustas y no vería con desagrado al hecho de entendernos de manera lúdica y gozosa en el ámbito físico, emotivo e intelectual… ¡Focus, focus! Deja de mirarme los pechos. Esto que te digo es importante… Sin ánimo de sonar pedante, contengo un momento la pasión que podremos desbocar después al desemperifollarnos los forrongos y te pregunto, por aquello de evitar posteriores confusiones dolorosas: ¿Qué quieres decir cuando me pides que sea tu novia? En atención a las dos primeras acepciones del DRAE ¿Me invitas a conducir nuestros actos conjuntos hacia una culminación matrimonial? ¿O acaso estás pensando, Godofredo, en la tercera acepción del DRAE: Persona que mantiene una relación amorosa con otra sin intención de casarse y sin convivir con ella?...

¿Habremos de entender “convivir con ella” como una especie de concubinato?

Habremos de sacudir los términos, sacarlos al sol, golpearlos fuertemente pa’ quitarles el polvo y ver si, realmente, es el término que buscamos; saber qué decimos cuando decimos. Porque quizá “novio” no es la palabra que pretendemos significar… o tal vez sí y, entonces, habremos de dejarlo claro para que las doncellas que pretendemos no nos confundan, por ninguna razón, “novio” con “novillo”



Continuará…