jueves, 22 de septiembre de 2011

Otoño



Me dijeron que entró hoy a eso de las dos de la tarde. Pensaba que entraría el 21. Como sea, el otoño llegó, está aquí y me encuentra deshojándome paulatinamente… Excelente estación para el recogimiento que (sin albur) he asumido; el sístole en el que me he declarado y la reestructuración de modelos de vida que la vida misma me vino a ofrecer.

Todo comenzó con el viaje a Cuba… en realidad todo comienza siempre en donde menos uno se imagina, muchísimo antes de donde uno cree que todo empieza; ni idea tenemos de que una aparente trivialidad sea el comienzo de algo trascendente en la historia personal que a fin de cuentas a nadie importa… pero para fines de estructura narrativa diremos que “Todo empezó con el viaje a Cuba”
.-¿Qué sabes tú de estructuras narrativas? -me preguntará Jesús Francisco Conde y yo le diré que “nada” pero que tampoco importa.

Parece ser que las vacaciones en realidad no eran tales sino una “suspensión de actividades académicas”, lo cual quiso decir que no debí ausentarme en las juntas y que debí estar yendo a firmar en lugar de ir a contar cuentos a los parques de la Habana vieja… Pero además, el ímpetu aventurero que me llevó a Querétaro al noveno encuentro de joven dramaturgia me compensó con la noticia de que al volver a D.F. y pretender enrolarme nuevamente en las actividades docentes… yo ya no tenía empleo. Me buscaron, no me hallaron, y acordaron que nuestras relaciones laborales se daban por concluidas.


Maravillosa noticia para el espíritu libre en expansión de este teatrero que consagra su vida a los proyectos que a borbotón pretende… pero noticia nada alegre para los bolsillos acostumbrados a un ingreso estable que, a lo largo de cuatro años, me permitió tener resueltos los gastos elementales del hombre emancipado: renta, sustento, vicios y lujos –sí, lujos. Hoy sé que lo eran-.

Pero quiero decirles que no hay tragedia que perseguir. Quiero decirlo para decírmelo a mí y, de ser posible, creerlo. Quiero decir que estoy emocionado con la vida de free lance que ahora llevo y que he estado sopesando mucho, mucho los términos “éxito” y “fracaso”. Sospecho que alguien nos ha estado engañando en cuanto a los temas del “deber ser” y que los modelos de vida que a veces compramos no son los que nosotros elegimos. El miedo nos tumba la sed y terminamos conformes con la estabilidad que ni siquiera es tal, pero la idea de estabilidad nos conforta… creo que sueno muy hippie, creo que me estoy convirtiendo en un vagabundo… o ya lo era y sólo me hacía falta asumirlo. Creo que ya no soy el hombre de bien que enorgullecía a las mamás de mis amigas. Algo está cambiando en mí (como en Woddy, sí). A la tierna edad de treinta y un años, la vida me da la oportunidad de vivir por el camino de la incertidumbre, del día a día; de la vida apropiada... [nótese que “Apropiada” no es “correcta” en este caso y si, en este caso, lo fuera, no era la intención. Me refería más bien al hecho de apropiarse de ella]

¿Cómo mediar mis necesidades creadas por este mundo consumista con la vocación Zen a la que hoy me obliga el destino? No lo sé. Lo iré averiguando.

De momento es conveniente verle el “hado bueno” a las cosas que nos pasan. Si he sonado un poco trágico es para darle intensidad dramática a mi relato…
.-¿Y qué sabes tú de intensidad dramática?- preguntará Conde. Y yo le diré “nada” pero hace tiempo que no escribía en mi blog y esta llegada del otoño de pronto me pareció buen pretexto.


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