martes, 21 de junio de 2011

Presente continuo




Parece que fue la semana pasada cuando preparaba mi vestuario y mis zancos para ir a despedir el 2010 en el restaurante-bar “La Cava”, contratado por Gymi… ah, cómo bailé y gocé recibiendo al 2011 cuyas primeras horas —después de “La Cava”, ya sin zancos— las compartí con mi buen amigo Cris en su depa acompañado de algunos sobrevivientes de la banda faltosa…

Pareciera que enero fue la semana pasada… y que febrero, marzo, abril y mayo se colaron en el recuerdo sin haber sucedido aún… pareciera. Y de pronto junio ya está por terminar con tal cinismo que me pasmo y me repasmo al contemplar cómo los propósitos de las uvas no se han cumplido y la amenaza de que la próxima semana ya sea diciembre de 2011 me re vuelve a pasmar.

Hay teorías pseudo científicas que aseguran que, efectivamente, el movimiento terrestre de rotación se ha acelerado produciendo una velocidad mayor en el transcurso del tiempo. De modo que, en la actualidad, las veinticuatro horas de cada día, ahora duran menos…

Otra teoría, menos científica pero más contundente, es que la percepción del transcurso del tiempo cambia radicalmente cuando uno deja de ser niño… edad maravillosa en que las vacaciones nos parecían laaargas, largas y, algunas reuniones familiares, eternas… Prefiero pensar que la vertiginosidad en el tránsito de los meses se debe a la teoría #1 antes que permitirme siquiera considerar que, a la tierna edad de treinta y un años, he dejado de ser un niño.

Adjunto a estas reflexiones sobre el tiempo subjetivo está el suceso casi cabalístico de volver, siete años después a la Habana (ocho, en realidad; por eso digo “casi cabalístico”) Ahora voy como invitado al festival de narración oral “Cuentos para una añeja ciudad” que organiza Teatro de la palabra y la secretaría de cultura de la Habana a presentar, junto a Guadalupe Ocampo, Te cuento México, espectáculo de breves cuentos que narran historias situadas en determinados momentos históricos de nuestro país: prehispánico, colonial, virreinal; revolución, independencia y época actual. Además, Factor Caravana presenta también su disco y mi libro de cuentos ilustrados Malparaíso con gráficos de Ameyali Magaña. Todo eso a lo largo de dos semanas —del cuatro al dieciocho de julio— que estaremos en Cuba mexicantando canciones rancheras y mexicontando nuestros relatos…

Ya renové mi pasaporte y estoy planeando retomar, al regresar de Cuba, todo lo que quedó inconcluso cuando me fui a Cuba hace siete años… (Ocho, en realidad). Por ejemplo, las terapias psicológicas con la doctora Elke Kort a quien comentaba (hace siete años —ocho, en realidad—) que mi administración para el viaje a Cuba me impediría pagarle las sesiones… Ella, con toda la generosidad que nunca le supe apreciar, me dijo que si las terapias representaban una incomodidad económica, las suspendiera temporalmente y, al volver de Cuba, las retomara… Siento que habíamos logrado avances —bueno, yo… o ella conmigo— en las terapias y, por alguna razón que no desconozco, regresando de Cuba postergué y postergué mi visita a la doctora… quizá hoy la vida me brinda la oportunidad de no faltar a la promesa de retomar la terapia ahora que vuelva de Cuba.

También arreglaré mi guitarra Yamaha de cuerdas de nylon, con la que grabé el disco Por todas partes con Libre albedrío en el 2000, cuyo estuche aún conserva los sellos de cubana de aviación. Con ella toqué en un concierto de Regué en el parque Almendares y acariciaba las noches de ron y malecón con mis amigos habaneros… esa guitarra, allá en Cuba, fue coautora de mi canción “Lejos de tu piel” incluida en el disco Un plug de Marmotazul y, ahora, la pobre está guardada desde hace años. Pero ya le prometí que, al volver, la repararé para volver, volver a las andadas otra vez.

Tales aconteceres y otros como el concierto de Gerardo Ziwl en el nuevo Jardín de San Agustín, mi asistencia extemporánea a un congreso de estudiantes de letras, mi visita a las últimas clases de Volpi en la Fac. de Filos. y la idílica odisea con la “Dulce niña” de la cual no hablaré… me han hecho padecer gustosamente la sensación de estar viajando en el tiempo y constatar con ello lo que nuestro Sábato decía respecto al tiempo subjetivo:

“el yo no está en el espacio sino que se despliega en el tiempo anímico que corre por sus venas y que no se mide en horas ni minutos sino en esperas angustiosas, en lapsos de felicidad o de dolor, en éxtasis”.


Por eso yo, como profe de español desde hace ya cuatro años quiero decir:



No existe el pasado simple
No existe el futuro perfecto
Por más que intentemos tiempos compuestos
Tan sólo el presente continuo tenemos.
































.