martes, 20 de enero de 2009

Muévete





Impactante.

Impactante fue la experiencia que he tenido en dos ocasiones cuando, por azares curiosos, he visto parte de la transmisión matutina del programa “Muévete”. Programa que, por “el canal de las estrellas” ofrece entretenimiento y diversión en horario familiar… mediante una serie de dinámicas de concursos, reportajes, entrevistas, etcétera, conducido por Maribel Guardia y Latin Lover.


Parte del impacto fue reconocer a Maribel Guardia quien, indudablemente, hizo un pacto con el mismísimo demonio. Eso o tiene un retrato pudriéndose en su armario mientras ella no envejece. No puede ser, de otro modo, que conserve la misma apariencia de hace veinte años… y que la luzca portando un atuendo minimalista mediante el cual, la buenérrima señora, parece anuncio de pollería: Muslo y pechuga. No por nada la dama es la reina de los taxistas. Quiero que brindemos por ella.


Por su parte, Latin Lover me dejó obnubilado. Yo que me consideraba “artista multidisciplinario” junto al caballero no tengo mucho que ofrecer. Él que ha sido luchador, después bailarín y ahora conductor con un trasero casi como el mío y una agilidad mental más amarrada que su emblemática cola de caballo, derrocha simpatía en cada monosilábica participación.


El impacto siguió su detonante efecto cuando llegó el concurso “trépate al macho” donde mujeres amas de casa respetables bailan con descamisados tipos corpulentos que, mediante contorneos lascivos, tienen a bien propinarles un respectivo arrimón; como en el juego de las sillas, cuando la música para, las señoras deben brincar en uno de los “machos” abrazándolos por el cuello y empiernándolos por la cintura. Pierde la que se quede sin macho. La familia entera aplaude.


El momento apoteótico del desayuno en la fonda donde vi el programa por segunda vez fue cuando, ante los ojos del público televidente, exhumaban al olvidado personaje de Quico, de la serie “El Chavo del ocho” proyectando unos videos de los años setenta. De pronto aparece Carlos Villagrán Eslava, señor de piel colgante vestido de Quico, que intentaba hablar como el personaje y después, por petición de la Dama Muslopechuga, bailó ridículamente una coreografía que casi tumba al hombre de un infarto. Penoso, en verdad, ver aquello.


Lo peor de la anécdota fue que las dos veces en que vi el fragmento del programa “Muévete”… lo disfruté. Me reí. Almorcé rico; lo vi, lo gocé… Este placer culposo ha generado en mí la imperiosa necesidad de volver a los clásicos: Homero, Platón, Aristóteles Cicerón, Plauto… y de releer, sin parar, a Schopenhauer, Shakespeare, Cervantes y a Wilde… pero todo (todo) es inútil. No logro (y quizá jamás lograré) erradicar de mi mente a los generosos muslos de Maribel Guardia.
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viernes, 16 de enero de 2009

Tanto qué decir

Dentro del breve inventario que publiqué en la nota "Semana 52" (Ver nota del 27/12/08) hablé de publicaciones y, por error, omití comentar una de las más afortunadas experiencias editoriales que viví en Dosmilocho. La revista Cataficcia, editada por Juvidel, publicó tres cuentos míos ese año. El primero, "Devaluados tiempos", puede verse en la nota del 8/06/08 de este blog; el segundo es el que publico ahora mismo y, el tercero, "El amor nos hace" (junto con una gran cantidad de aportaciones talentosas de diversios escritores de la republica), puede ser visto en http://www.cataficcia.blogspot.com/.
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Tanto qué decir


Eulogio siempre quiso ser locutor de radio. Pero uno bueno, como los de antes; cuando se le tenía respeto a la palabra hablada. Uno de aquellos locutores que no sólo tenían buena voz y la modulaban con dotes de orador, sino que también hablaban de cosas importantes, trascendentales.
Se les notaba, en el dominio de la lengua, la cultura general que poseían: temas eruditos con los que conversaban utilizando palabras precisas, pertinentes, elegantes y adecuadas.
Eulogio siempre pensó que él hubiera podido ser uno de aquellos elocuentes locutores. No como los de ahora: subnormales aletargados que agotan su vocabulario en quince minutos de transmisión radiofónica; ignorantes engreídos cuyo habla es un rosario de muletillas; estultos capaces de jugar al “ping pong” durante media hora con la única neurona que tienen charlando de temas superficiales aderezados con la pereza de su voz en un programa siempre improvisado que sucumbe, con gran facilidad, a la menor ocurrencia del parlante, por lo regular, estúpida.
Eulogio siempre enfureció al pensar en estas ironías de la vida: tanto idiota con un micrófono al aire tres veces por semana y él, siendo mudo, con tanto qué decir.
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No te pierdas este 31 de enero a las 21:00 hrs. en La Gaya Sciencia: "Electroacústico recital" Concierto multidisciplinario (Letras, teatro y trovanrol) con invitados especiales.

lunes, 12 de enero de 2009

Pero no

Se me escapó de las teclas la nota de la primera semana de este Dosmilnueve. !Pésimo augurio!, !Atrós vaticinio! Yo que me propuse no dejar descuidada ni una sola semana.

Y tenía tanto que contar: mi frustrado viaje a Argentina del que no diré ya ni una sola palabra, por ejemplo. O decir y decir de Tepoztlan donde me encuentro ahora, secuestrado por la calma y las eternas campanadas. O escribir también de la visita al mar donde una playa de Marquelia, tan semi-virgen como yo, fue el regalo exclusivo que tuvimos Anita, Ziwl y un servidor.

También hubiera podido redactar algo sobre el maravilloso encuentro con Taxco, tierra primera de Juan Ruiz de Alarcón, y repetir lo que recuerdo dijo Ermenegildo, guía borracho, sobre la parróquia de Santa Prisca.

Pude haber hecho la primera nota del año sobre los tres reyes magos que no eran tres, ni eran reyes, ni magos; o sobre el antiguo origen mediterráneo de la rosca, cuya forma de anillo simboliza la renovación de la fertilidad de la tierra en el solsticio de invierno... Pero no. Nada de eso escribí en la primera semana de Dosmilnueve que, por negligencia, incuria y dispersión se me fue de las teclas.

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