miércoles, 10 de septiembre de 2008

Llanta ponchada y el fin de la mala racha.



Parece ser que ahora sí, por fin, la racha de mala suerte ha terminado... pero no lo diré porque lo hice a mediados de del mes pasado y pareció, más bien, que invoqué todo lo contrario.

Fue el primer día de clases en el ISEE, lugar donde imparto la materia “Comprensión y producción oral y escrita del español”. Salí de casa gustoso, animoso y brioso; curioso por conocer a mi segunda generación de alumnos, muy decidido a dejar detrás la mala racha de julio (ver nota del 4 de agosto de 2008). Cuando de pronto, percibo el golpeteo monorrítmico del neumático frontal izquierdo que llegó al ISEE sin aliento… o sea, ¡Se me ponchó una llanta, chingamá!

Es verdaderamente triste asistir al espectáculo de una llanta ponchada (sobre todo si se trata del vehículo automotor de uno) Es, en toda la extensión de las palabras, “desanimante” y “desalentador”. Vamos por partes.

El ánimo es aquello que llevamos dentro a modo de energía funcional: ánima, también conocida como “alma”. De modo que estar desanimado es estar sin alma… así que, mientras estemos vivos, por más tristes que nos encontremos, no podríamos estar desanimados. La metaforización metonímica queda clara cuando decimos, por ejemplo, que “Gómez es el alma de la fiesta” ya que consideramos que él mantuvo viva la reunión. (Bien por Gómez)

En el caso del desaliento que genera ver una llanta ponchada, me refiero al aliento como ese aire vital que también es conocido como alma…como “soplo divino”; ese que Dios insufló en la nariz del hombre de barro para llenarlo de aire vital y hacerlo andar. Los griegos le llamaban pneuma al alma, al aire vital; soplo divino o hálito que el ser lleva dentro. De hecho la palabra neumático, está formada por el lexema neuma, para hablar del alma, del aire de la llanta. Así que mi llanta ponchada estaba sin alma, vacía de neuma, sin aire y, por ende, muerta.

¿Comprenden ahora mi “desaliento” y mi “desánimo”? Y, si recordamos que para Freud el alma no era sino la psique del ser, puedo decir que una llanta ponchada provoca la fuga de la psique, lo cual sería una locura...
Después de dar mi clase, con mangas dobladas y manchas de aceite procedía al cambio de llanta, lo cual me llevó a pensar en la utilidad de todo tipo de refacciones: para subsanar de inmediato cualquier tipo de “desanimos”.

Sacar la llanta de refacción, usar el gato hidráulico que mágicamente, cual hechizo Harrypoteresco, eleva al vehículo; dar vuelta a los birlos… Mancharse de grasa, sudar… es ahí cuando un hombre se convierte en hombre. Cambiar una llanta debería incluirse en todo rito iniciático donde, al ritmo de tambores tribales, el aspirante a hombre demuestre que está listo.

Comenté en la nota del lunes 4 de agosto de 2008 que mi vehículo es una ecosport Optimus Prime de esas que llevan una concha en la parte trasera donde suele ir la llanta de refacción. Comenté también que en el choque me destrozó tal concha el taxista que conmigo se estampó, avería que el seguro del taxi pagó, de modo tal que la “agencia” me repuso la concha rota, y después de tres semanas de “auto-secuestro (este juego de palabras pretende ser un chiste)” me devolvieron mi coche con una concha nuevesita… misma que perdí en el segundo piso del periférico dos días después del cambio de llanta. No atornillé bien la puta concha que, por el retrovisor vi abandonarme esa madrugada.

De modo que la mala racha se prolongó al grado de que he comenzado a considerar la no racional (y a quién le importa la razón después de tantos picoteos de mala suerte) posibilidad de ir a que me hagan una limpia.
¿Conocen a algún especialista en limpiatologías?
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1 comentario:

Jonathan Rojas dijo...

!!Aparten esas fechas!!

4 de octubre: Bebeton
12 de noviembre: UPN
13 de Noviembre: Breve espacio