miércoles, 11 de febrero de 2009

De Cronópios y Cortázar











Tardé varios meses en leer Rayuela cuando, a los quince años, me iniciaba como lector consciente (ahora soy un inconsciente que lee pero esa es otra historia). Por ese entonces, me sentía ya un hombre de mundo, desafiante del destino, provocador de realidades antes ilusión. Acababa de vivir en carne propia y compartida la pasión del deseo… y de ver, en Cinemanía de plaza Loreto, El lado oscuro del corazón de Eliseo Subiela. Me recuerdo enfundado en mi gabardina negra, taciturno, dando pasos firmes mientras despreciaba las “trivialidades” de este mundo inmundo “en esta puta ciudad”… sabía de memoria versos de Oliverio Girondo, en especial:

No sé, me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de soportar una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! —y en esto soy irreductible— no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo conmigo!

Por ese entonces llegó a mí Rayuela siendo yo un personaje de mí mismo, aspirante a Cronópio, con pose de poeta maldito, quince años de experiencia y mucha sed… de fuga, de vida, de más sed. Me doy ternura cursi al recordarme pero ahí fue cuando se develó ante mí el mundo de Julio Cortázar… Meses, creo que seis o más, tardé en leer Rayuela, libro que llevaba conmigo a todas partes, dentro de una de las bolsas de mi gabardina negra. Fue, de alguna manera (muy literal), parte de mi vida. Tuve a la mano siempre el capítulo siete para intentar seducir, y al personaje de la Maga cual modelo para compararlo con cada depositaria de mis anhelos…





...Toco tu boca, con un dedo todo el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos, donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

Después, dejé mi gabardina negra, pero con El perseguidor Jhony Carter hacía el guiño que me llevó a dedicarme a la música y a cuidar el estuche de mi guitarra cada vez que viajo en metro… Luego, en la carrera de Letras Hispánicas, estudiar a Cortázar era como hablar de un buen amigo que hace tiempo no veía, y con sus cuentos llegó la imperiosa necesidad de tener cuidado con los “Famas” que uno se encuentra a diario, y de proteger mi casa de los prejuicios y complejos que pudieran tomarla…

Hace veinticinco años que Julio Cortázar murió por leucemia, pero desde antes, mucho antes, ya se había colado en la eternidad literaria.

Este año, en mi cumpleaños veintinueve, me regalaré una gabardina negra (nunca un reloj), conseguiré una edición crítica de Rayuela y voy a leerla sin, absolutamente, nada de prisa.









.

1 comentario:

Anónimo dijo...

lo siento ya reportandome..jejej la crisis ya ve