sábado, 15 de marzo de 2008

Extravío



Ayer perdí mi cartera. No sé como, no sé a qué hora, no se dónde: desconocimientos todos que aunque parezcan evidentes no lo son, ya que es posible tener certeza precisa del modo, hora y lugar donde ocurre la pérdida. Tal certeza evita la obstinación de empresas inútiles; como vaciar cajones una y otra vez, mover libreros, escarbar por las cavidades cerebrales buscando el recuerdo iluminador; e incluso mirar con desconfiados ojos inquisitivos al gran número de sospechosos que de pronto aparecen por todos lados.

La tarde entera y la noche toda busqué mi cartera por cada rincón de la casa. Llegó la mañana y, con el nuevo sol, el viejo sentimiento de resignación que acude a dar palmaditas que no consuelan. Cepillaba mis dientes cuando en el espejo miré la cara de un tipo nuevo; una cara nada parecida a la fotografía que está en mi recién perdida credencial de elector. No soy yo; definitivamente no soy yo; y debo confesar que mi nombre nunca me gustó. Y ¿qué es un nombre a fin de cuentas? “démosle otro nombre a la rosa y aún así seguirá brindándonos su aroma y su color” ¿No?
¡Ya está! un ángel fue quien me robó la cartera para darme una estupenda oportunidad. Ni siquiera enjuagué mi boca; la emoción me lo impidió. Preso de una ansiedad febril entré a mi cuarto a preparar una maleta con todas las cosas que valía la pena perder: cartas, celular, agendas, diarios, fotografías, diplomas... Adiós maleta vieja, adiós rancios recuerdos, voy a cambiarme el nombre, voy a comenzar de nuevo. Ahí va la foto de mis padres, voy a inventarme un linaje mejor; y los insípidos diarios y las agendas con fecha y hora de todas las cosas que nunca quise hacer. Adiós.
Ángel mío mándame una señal de que todo el pasado quedará atrás. Escucho campanitas: el camión de la basura. ¡Gracias ángel guardián! Y la maleta, cerrada y repleta de cosas que ya jamás harán mal, entre campanitas, se va.
Cuando alguien llame, gracias al número en una de las tarjetas de presentación, preguntando por mí, le diré: “no, señor, no sé de quién habla. No conozco al tipo ese que perdió su cartera”. ¡Ya imagino al imbécil, desilusionado y frustrado! esperando recompensa por devolver credenciales y cosas que cree que tienen algún valor. “Lo siento, estúpido, date cuenta de que tus prioridades no son prioritarias”.
Eso mientras cambio el número telefónico de casa... es más, ¡mientras me voy de la casa!, siempre he querido vivir en la playa. Vendo todo y me largo este fin de semana. Ah cómo me va a extrañar don Pancho, y qué poquito voy a extrañar sus periódicos. Poquito menos, claro, que a Magdalena, quien seguro llorará cuando ya no me vea; igual o tal vez más de lo que lloraba cuando nos veíamos; sólo que ahora sin mí.

Tengo tantas ganas de decirle al mundo entero que ahora soy otro, pero no. No se lo diré a quienes conozco, mejor que me conozcan los nuevos amigos que haré en la costa; a ellos les va a caer mucho mejor este nuevo yo. A ellos les platicaré de un tipo, amigo mío, que soñaba con largarse a la playa y nunca tuvo, como yo, el valor de mandar todo al carajo para realizar sus sueños a la orilla del mar. Ah cómo nos vamos a reír de ese pobrecito amigo mío.
Tanto buen humor abre el apetito, así que para celebrar el comienzo de mi nueva vida, el nacimiento de mi nuevo yo, vine a desayunar al café de siempre a pedir lo de siempre, por última vez.
Todavía no me sentaba, con la espalda alineada y el puño en la barbilla para poner en práctica la nueva postura del nuevo yo, cuando doña Dolores, con el tipludo tono de siempre, la distraída mirada de siempre, la misma sonrisa-mueca de siempre, me decía: “Joven, le juro que no la abrí para nada eh, aquí está su cartera que se le olvidó ayer.” La puso en mi mesa y yo ya no desayuné.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

definitivamente las frase esa, que ya se ha vuelto como regla "las cosas pasan por algo", no es verdad, los acontecimientos suceden y nosotros les damos la interpretación que en el fondo sabemos con o sin aconteceres.

Anónimo dijo...

maravilloso lo de la nueva identidad...
pero a poco salio con toda la espuma en la boca?

Anónimo dijo...

Que ganas tengo de perder mi cartera....pero con la garantía de no encontrarla.
Te quiero, sigue escribiendo.

Cintia dijo...

Hijole!! Nueva vida?? No sé, me gusta mi vida, es muy estresada y eso me gusta. Me gusta sentir que puedo encargarme de todo el trabajo que me quieran dar y, además, algún día salvaré al mundo del colapso... aunque en realidad no pueda con el estrés y tenga que tomar muchos medicamentos pa aguantar el ritmo, jajaja. Si pierdo la cartera me muero!! igual que si perdiera mi agenda, o las credenciales de la biblioteca!!!